Murió Héctor Alterio, una vida entera al servicio del teatro, el cine y la palabra
A los 96 años murió Héctor Alterio, uno de los actores más grandes de la historia cultural argentina. La noticia fue confirmada por la Academia de Cine de España, país donde residía desde su exilio en 1975. Su fallecimiento ocurrió en Madrid, ciudad que se convirtió en su segundo hogar y en otro territorio fundamental de su obra.

Héctor Alterio deja una trayectoria monumental, atravesada por el teatro, el cine y la televisión, pero también por la ética del oficio y el compromiso con la palabra. Fue protagonista de más de un centenar de películas y de innumerables obras teatrales, y supo construir personajes que quedaron grabados en la memoria colectiva de varias generaciones.
Hector Alterio: El teatro como origen y como casa
Antes de convertirse en un nombre imprescindible del cine argentino, Héctor Alterio fue, ante todo, un hombre de teatro. Nacido en Buenos Aires en 1929, debutó profesionalmente en 1948 con Prohibido suicidarse en primavera, de Alejandro Casona, una obra clave del repertorio clásico que marcaría el inicio de una vocación inquebrantable.
Durante los años 50 y 60 fue una figura central del movimiento teatral independiente, participando activamente en la creación del histórico Nuevo Teatro, una compañía que buscó renovar la escena argentina desde la investigación artística y el compromiso cultural. Allí compartió camino con referentes como Alejandra Boero y Pedro Asquini, y forjó una formación sólida que él mismo recordaría como decisiva para toda su carrera.
Del escenario al cine: una voz imprescindible
Su paso al cine llegó en 1965 con Todo sol es amargo, pero fue a comienzos de los años 70 cuando su figura se volvió imprescindible. Alterio protagonizó algunas de las películas más importantes de la historia del cine argentino, como La tregua, La Patagonia Rebelde y Quebracho, obras atravesadas por la política, la memoria y la identidad nacional.
En La tregua, basada en la novela de Mario Benedetti, encarnó a Martín Santomé en una interpretación sensible y contenida que llevó al film a convertirse en la primera película argentina nominada al Oscar como mejor film extranjero. En La Patagonia Rebelde, su composición del represor Zavala dejó una de las imágenes más perturbadoras del cine nacional.
El exilio y la reconstrucción en España
En 1975, amenazado de muerte por la Triple A, Héctor Alterio se vio obligado a exiliarse en España. Sin despedidas ni certezas, comenzó una nueva vida lejos de su país, acompañado por su familia. Ese exilio, doloroso y abrupto, marcó un quiebre personal, pero también el inicio de una nueva etapa artística.
En España fue rápidamente reconocido por grandes directores como Carlos Saura, Jaime Chávarri y Pilar Miró. Su trabajo en A un dios desconocido le valió el premio al Mejor Actor en el Festival de San Sebastián, consolidando una carrera que ya no tendría fronteras. En 2004 recibió el Goya de Honor, como reconocimiento a una trayectoria ejemplar.
Un regreso constante al escenario
Aunque su nombre quedó asociado al cine, Alterio nunca abandonó el teatro. En España retomó el escenario con obras de Federico García Lorca y, ya en su madurez, desarrolló espectáculos unipersonales donde la palabra fue el centro absoluto. Su relación con la poesía, especialmente con León Felipe, se transformó en una forma íntima y poderosa de teatro.
Incluso en sus últimos años, volvió a girar con espectáculos como Como hace 3.000 años y Una pequeña historia, donde combinaba recuerdos, tangos y textos poéticos. A los 90 y más, Alterio seguía sosteniendo monólogos de más de una hora con una energía que conmovía al público y a la crítica.
El actor y el espectador: una ética del oficio
Héctor Alterio hablaba del público con un respeto poco común. Decía que cada espectador que compraba una entrada merecía un “estreno”, aunque él repitiera la función cien veces. Esa idea resume su ética artística: actuar como si cada noche fuera la primera, como si cada función fuera única.
“No me imagino sin trabajar”, decía con lucidez y humor en sus últimas entrevistas. Trabajó hasta el final, no por necesidad, sino por amor al escenario, a la palabra dicha en voz alta y al ritual irreemplazable del teatro vivo.
Hector Alterio: Un legado que no se apaga
La muerte de Héctor Alterio deja un vacío inmenso, pero también una herencia artística difícil de igualar. Fue un actor total, atravesado por la historia, el exilio, la memoria y la pasión por su oficio. Un intérprete que entendió el teatro como un acto de entrega y al escenario como un espacio sagrado.
Hoy se apagan sus luces, pero queda su voz. En cada película, en cada texto dicho sobre un escenario, en cada aplauso sostenido de pie. Héctor Alterio no se va: queda, como quedan los grandes del teatro.
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